divendres, 3 d’octubre del 2008

Material de Mirta R. Calderón: LA NOTICIA NO TIENE SEXO PERO SU TRATAMIENTO SI TIENE GÉNERO

LA NOTICIA NO TIENE SEXO PERO SU TRATAMIENTO SI TIENE GÉNERO

Por Mirta Rodríguez Calderón

Parte 1 / 4
Más allá y más acá del empleo de las Nuevas Tecnologías de la Comunicación, el camino hacia una Sociedad de la Información compatible con un desarrollo sustentable y para muchos, tiene que transitar por la comprensión y la promoción de prácticas informativas en verdad democráticas, que potencien a la totalidad del capital humano: mujeres y hombres,y reivindiquen el frecuentemente ignorado protagonismo de éstas.Sin quejas ni denuestos: con acciones.

Comunicación y desarrollo

El presente y el futuro están "mediados" por lo mediático. Esto es ya axiomático. No habrá desarrollo sustentable sin comunicación. No cualquier comunicación sino una comunicación para este tiempo y estos propósitos: democrática, abarcadora, inclusiva, plural reconocedora de la diversidad humana y planetaria.
Una comunicación que, desde cualesquiera que sean sus adecuaciones infinitas a los ingenios asombrosos que se dan en este campo, siga pensando en la gente, mirando sus necesidades y sus rebeldías, buscando las aspiraciones en sus miradas, descubriendo y potenciando sus realizaciones.
Aun lo evolutivo transitará por caminos tortuosos y difíciles para su aprehensión, sujeto a avatares incontrolados, si una comunicación con proyecciones, pensada desde los humanos y las humanas, no explica, informa, educa y ofrece alternativas de comprensión. Y, eventualmente también de acción.
Desde luego que no pienso que los procesos comunicativos son el desarrollo mismo ni siquiera el epicentro motriz de éste. Pero elemento intrínseco de ese desarrollo es la comunicación que lo catalice y lo proyecte. Será mucho más difícil verter hacia las naciones y sus pueblos la conciencia mayor de que el planeta que habitamos no es un legado de nuestros abuelos sino el préstamo de nuestros nietos – como lo proclamara hace una década la primera cumbre de la Tierra - si la comunicación social, incrustada ya en esto que llamamos la Sociedad de la Información, se "distancia", o no se imbrica más, a la promoción de justicia y equidad, en particular equidad de géneros, de razas y etnias, de culturas, y opciones personales diversas. Y, en particular, que mire a la naturaleza no como un recurso para explotar sino como un bien para preservar2.
No podrán los procesos comunicativos proponerles pautas, promover ni acompañar el desarrollo sostenible3 si esta comunicación y sus productores, desde los medios masivos, no se disponen a una labor consciente que empodere a la totalidad del capital humano, hombres y mujeres, y reivindique el frecuentemente ignorado protagonismo de ellas.
Pensada desde una voluntad promotora de desarrollos posibles estimular una comunicación con enfoque de género equivale a poner alas a la humanidad toda.
Ese momento de aprehensión de la responsabilidad social que tipifica el ejercicio de los y las profesionales de la palabra y de la imagen, ha estado transitando por avatares innúmeros lo mismo que las sociedades que les arropan: corrupción, clientelismo, complicidades perversas, abusos de poder y de influencias, engaño y manipulación, violentamientos a la ética. No puede ser de otra manera puesto que las acciones que relacionan y acercan son expresiones de la realidad y, con frecuencia, "construcciones" intencionadas de la realidad misma. Pero es esa realidad la que cambia y en muchos sentidos para mejorar.
Propugnar que comunicadores y comunicadoras conscientes asuman en su trabajo enfoques promotores de la equidad de géneros equivale a contar con gentes comprometidas, que procuren espacios y tratamientos justos para todas las personas, en contextos de defensa de la democracia, la ciudadanía, el combate a la pobreza desde sus causales, el respeto a la diversidad, y la devoción por una ecología que viva en cada persona.
Quiero evadir el facilismo de asociar género a mujeres, aunque es obvio que el desfavorecimiento ancestral del sexo femenino provoca que la mención a la de equidad de géneros equivalga a un reclamo por el reconocimiento y la identidad de las mujeres. No puede ser de otra manera.
Hablar de comunicación con perspectiva de género presupone colocar acciones en, por lo menos, dos vertientes primarias:
La noticia, el producto más cotidiano y utilitario de la comunicación, en cuya búsqueda y estructura se parta de nociones que miren hacia la totalidad del universo.
La que empodere a comunicadores y comunicadoras para un ejercicio que las incluya también a ellas.

Notas
1. Se trata de la expresión de Patricia Anzola en el Primer Encuentro Mujer y Comunicación de La Habana, en 1993. A partir de esa concepción se conformó en Cuba una Asociación de Mujeres Comunicadoras (MAGIN) que actuó hasta 1996.
2. Un esfuerzo en esta dirección debe hacerse también desde las disciplinas humanísticas, y en especial la comunicación para que no sigamos usando todos y todas, ni en las estadísticas ni en los cartapacios de planificación, ni en los textos escolares ni en la “gran prensa” la noción recursos naturales, sino la frase bienes naturales como ya lo hacen ecologistas en muchas partes.
3. Me ubico entre quienes piensan que para que sea sustentable tiene que ser sostenible y a la inversa. Por eso me gusta usar la noción desarrollo posible porque lleva implícitas la convicción y la esperanza.
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Parte 2 / 4
Un poquito de reflexión
El género es una categoría de análisis que "enfocada" hacia cualquier realidad, cotidiana o recreada, nos mostrará la brecha que nos coloca a unos y a otras con posibilidades, disponibilidades y expectativas diferentes.
Lo más simple para visualizar estas diferencias es imaginarse, en un país en desarrollo, la mesa de una casa donde sus habitantes coincidan a la hora de comer. Basta preguntarse quién sirve a quién, a cuál sexo pertenecen quienes comen o reciben más, y otras "minucias" de este tenor. Esas, para no hacer la pregunta que sigue: ¿quién limpia los trastes?
Pero en un diapasón más abierto (y es una buena técnica para hacer diagnósticos sobre equidad o inequidad de géneros) será suficiente explorar las nóminas que se firman al cobrar salarios, y constatar cuánto de los dineros devengados van a parar a manos femeninas o masculinas.
Es útil recordar aquí las categorías de condición y posición establecidas por Kate Young4. Sí, es cierto que ya figuramos en los registros de cobros en muchos países. En numerosos escenarios laborales las mujeres estamos presentes, pero haciendo qué, en cuál posición. La condición de trabajadoras no nos salva de la desigualdad. Esto para no mencionar lo que ya ha hecho profusamente el movimiento de mujeres y feminista en ciertos sitios, que es reclamar la inclusión en el Producto Interno Bruto de las naciones los valores del trabajo impagado de las mujeres, no tan sólo en el hogar sino también en los activismos comunitarios. Claro que estas son acciones que tanto las mujeres, que casi siempre son las más, como los hombres, hacen porque quieren, voluntariamente; pero la generación de riquezas y de bienes que de esto resulta suele ofrecer evidencias adicionales de inequidades de género5.
Las mayores, sin embargo, se ubican en los espacios donde la cultura patriarcal martiriza y victimiza a las mujeres, hechos que se relacionan de una manera muy estrecha con enfoques de la comunicación social muy alejados de lo justo y deseable por lo mismo que no son ni reflejos ni interpretación certera de la realidad. ¿Cómo transitan – o no transitan -- hacia la conciencia pública el cúmulo de injusticias que relega a las mujeres o los acontecimientos en los que ellas eclosionan como actoras?
Conozco de sobra cómo las reiteradas denuncias de las décadas de los 80 y los 90, sobre cuál imagen peyorativa y discriminatoria de la mujer ofrecían los medios de comunicación, llegó a convertirse en una cantinela que, a fuerza de repetirse, disminuyó su "carga" movilizativa y rectificadora., como lo señaló en su momento María Helena Hermosillo al convertir en un estereotipo el rechazo a los estereotipos.
No voy a evocar, por obvio y conocido, el empleo de cuerpos desnudos o semidesnudos de jóvenes (siempre jóvenes, bellas y casi todas blancas) cosificadas por la publicidad; o lo que parecería ser una ausencia de mujeres inteligentes que tengan ideas audaces y declaren cosas sensatas.
Es una verdad que no necesita demostración que ellas han irrumpido en casi todos los territorios del presente, no sólo para seguir pariendo y reproduciendo la fuerza de trabajo, sino también para aportar las soluciones más audaces a la pobreza en el ámbito familiar, emerger como lideresas en política, y constituirse en bastiones de movimientos populares que resurgen o se fortalecen.
He ahí una de las contradicciones mayores de la ausencia notoria de perspectiva de género en la comunicación, particularmente en el mundo en desarrollo: ¿por qué si ellas están y hacen y proponen y piquetean y son reprimidas, figuran tan poco en un periodismo que - por lo novedoso-noticioso del hecho mismo – debería exaltar sus protagonismos.
Hay, en un semejante diapasón, circunstancias en que la prensa – en su acepción más abarcadora – debería jugar más consistentemente un papel generador de dinámicas de cambio. La violencia de género6 que asesina, golpea e inutiliza para el trabajo y para la vida sana a miles de mujeres, es una realidad que necesita apoyarse en la comunicación para enfrentarla y hacerla recular. No verla, no reportarla, conspira contra el capital de que se nutre el desarrollo.
La explotación sexual, el abuso infantil, el incesto, las muertes maternas evitables, la expansión del Sida a costa de ellas, y la negación en muchos países del derecho femenino a decidir sobre la propia capacidad reproductiva, son hechos que tienen expresión cotidiana en el seno de los hogares y de las sociedades. No enfocarlos, revelarlos y atacar sus causales, implica no sólo una complicidad con lo más malsano de lo presente sino también una negación de futuros.
Cuando algunos de estos asuntos saltan a la gran prensa lo hacen la mayoría de las veces acompañados de interpretaciones y frases sexistas que agregan escarnio a la humillación de las mujeres: "asesina a su concubina por pasión", "se puso de necia en una discoteca y la mató de un botellazo", o "yo la maté porque no me quería" son titulares aparecidos en la prensa dominicana que se repiten con muy pocas variantes en otros muchos países. Todos implican una justificación del crimen que acusa a las víctimas y arroja compasión sobre el agresor. Revelan por demás el ejercicio por ciertos hombres de una noción de propiedad que los lleva hasta el crimen7 , considerado desde su imaginario como un derecho: "porque no me quería..."
Lo otro es la culpabilización de las mujeres en nombre de una mística sectaria, de púlpitos y arzobispados, que las etiquetea como asesinas por el libérrimo ejercicio de sus derechos sobre sus cuerpos. No hace falta mencionar el poder de la reacción y de los fundamentalismos en los medios de comunicación. ¿Pueden mujeres que paren todos los años, o las que sufren el cercenamiento de sus genitales, aportar sus mayores y mejores potencialidades al desarrollo? ¿Puede concebirse un desarrollo sustentable sin esas potencialidades? ¿Puede haber desarrollo sin una comunicación social que lo arrope y lo exalte también con las mujeres?
Los ejemplos mencionados tienen que ver con las vidas de las mujeres, son específicos para ellas. Por eso cuando se aboga por una comunicación con perspectiva de género - al margen de que el concepto sea bisexual – hay que visualizarlas a ellas.

Notas
1. Se trata de la expresión de Patricia Anzola en el Primer Encuentro Mujer y Comunicación de La Habana, en 1993. A partir de esa concepción se conformó en Cuba una Asociación de Mujeres Comunicadoras (MAGIN) que actuó hasta 1996.
4. Kate Young: “Una nueva lectura: género en el desarrollo”. Ediciones Populares Feministas. CIPAF. República Dominicana, 1992
5.Rodríguez Calderón, Mirta: “Mujeres y carga laboral”, revista Bohemia, Cuba, año 89, No. 5 , 28 de febrero 1997. Una de las ilustraciones que utilicé en ese reportaje proviene del Informe de Desarrollo Humano l995 donde un gráfico da cuenta de que el trabajo remunerado del hombre equivale al 85 % de su tiempo económico total, mientras que para las mujeres el no remunerado es del 78 % aproximadamente. En el Informe se estimaba que, para 1995, el producto mundial ascendía a 23 billones de dólares, sin incluir 16 billones de actividades humanas no remuneradas. De esos 16 billones, once “representan la contribución invisible y no monetizada de las mujeres”
6. Me reconozco muy marcada por la situación que vivo de cerca en República Dominicana donde el año pasado fueron asesinadas 115 mujeres por sus parejas o ex parejas. En los primeros 70 días de este año el guarismo espanta: 32 muertas. Pero, además, una niña de 5 meses violada por su tío, una madre de 65 por su hijo y cifras incalculables, la mayoría no reportadas, de golpeadas, agredidas, violentadas... La comunicación y de modo particular profesionales que convergen en una Red de Periodistas con Perspectiva de Género, hombres y mujeres, han estado jugando un rol importante en colocar el fenómeno en la conciencia pública, enjuiciarlo y enfrentarlo aunque con poca reacción aún desde las estructuras de poder que debería adoptar medidas efectivas.
7. Aunque todavía de modo insuficiente las y los periodistas de esta Red están también revelando qué pasa con los hijos de esas mujeres asesinadas y esos padres encarcelados, y a veces también muertos, porque una parte se suicida luego de liquidar al objeto de su “poder”.

Un periodismo que refleje al mundo
La perspectiva es, sin embargo, esperanzadora. Las y los profesionales que se inmiscuyen en un quehacer periodístico "que refleje al mundo", como lo diría la guatemalteca Laura Asturias8 han comenzado ya a producir un periodismo incluyente y democrático que reconoce las diferencias inherentes a las personas y sus realidades, y las representa en una justa dimensión para que sus voces tradicionalmente excluidas "nos enriquezcan pero, sobre todo, para que no sigan marginadas".
La comunicación y sus productos tienen capacidad para provocar emociones, inducir ideas, potenciar conductas y – es lo que más me interesa destacar – generar dinámicas de cambio por la vía de desencadenar procesos. El uso consciente de esas posibilidades es lo que se busca cuando se aboga por una comunicación o un periodismo con perspectiva de género.
Acciones comunicativas para desarrollos posibles favorecerán su hechura cuando los mensajes y las ideas que deben acompañarles alcancen los planos más profundos de la conciencia de la gente.
Y esa conciencia, esa gente y ese desarrollo sustentable necesitan con urgencia de una comunicación inclusiva y democrática que, por serlo, se enfoque desde la convicción de que es posible construir la equidad intergenérica., y que la capacidad multiplicadora y el alcance de los recursos comunicativos tienen un papel importante que desempeñar en esa dirección.
Pensar – como se piensa desde hace un tiempo – en una comunicación para el desarrollo, que lo sustente y se sustente, precisa esclarecer y tener presente esto que hace más de 20 años – cuando se fraguaba la Primera Conferencia Mundial de Naciones Unidas para la Mujer en 1985 – estableció la experta británica Margaret Ghallager : los productos comunicativos no son diferentes porque lo sea el sexo del creador o la creadora. Y eso es así – decía ella – porque ambos géneros compartimos los mismos patrones culturales.
Para que esa situación cambie hay que trabajar la sensibilización de los hombres y mujeres productores de comunicación en el sentido de hacerles ver el otro lado de la noticia, la parte femenina de todos los acontecimientos, ejercicio que les conducirá no sólo a un periodismo más abarcador sino también más informativo por cuanto prestará atención a los dos territorios presentes, no siempre trabajados en las notas, y no solo al de los varones.
Si el desarrollo sustentable se basa en avanzar hacia un mundo posible y vivible, hay que pensarlo imbricado con una comunicación social que se sepa depositaria del axioma de Porto Alegre: otro mundo es posible con otra comunicación, con otras imágenes, con la palabra no discriminatoria, con el ejercicio crítico y democrático desde el periodismo, con la eliminación del sexismo comunicativo.
Esa voluntad se complica porque la concentración de los medios de comunicación tiende – como lo ha significado Ignacio Ramonet - no a ofrecerle información a los ciudadanos sino a "venderle" los ciudadanos consumidores de medios al capital.9 Esta es la filosofía que prima en la profusión de periódicos de distribución gratuita que se produce en el presente, novedad a la cual se agrega – aunque sea ingrata – que un periodismo tal mirará hacia las personas mucho más como sujetos y sujetas para el mercado que como humanos y humanas.

Lo que abunda no daña
La académica y periodista colombiana Patricia Anzola, ya fallecida, planteaba hace más de una década que la noticia no tiene sexo pero que su tratamiento sí tiene género. Corroboraciones abundan. Bastaría observar un noticiero de televisión o cualquier página web o un periódico común y corriente para comprobar la enorme brecha que se proyecta entre lo que ven y leen nuestros ojos en esos productos comunicativos, y los que nuestros ojos ven en la realidad.
La mayor parte de las veces ni siquiera tomamos conciencia de estas brechas porque no estamos entrenados ni entrenadas para descubrirlas y porque – hasta hace muy poco – no era cosa que importara a mucha gente más allá de algunas feministas y otras tantas académicas.
La persistencia y el reforzamiento de esas brechas, sin embargo, son lastre que entorpece y minimiza la participación de las mujeres y también de otros sectores excluidos de la sociedad: los hombres pobres, los y las discapacitados, los y las personas envejecientes, los negros y negras, las lesbianas, los homosexuales, las y los indígenas, quienes no son sujetos ni sujetas de las "noticias" que venden, más que cuando se les presenta asociados al morbo.
La colega mexicana Sara Lovera lo ha subrayado10: "también así se desvaloriza nuestro paso por la historia... No hemos sido capaces todavía de contribuir con mayor fuerza a que en los medios cambien las cosas, en la forma de jerarquizar las noticias, en el cómo se presentan o se encabezan. Hombres y mujeres hemos sido enajenados por la ideología predominante, en donde la cuestión femenina es considerada como sin valor, como "sin noticia".
Estas situaciones de minimización de una parte, no se producen solamente desde la comunicación social, pero es el carácter multiplicador de ésta la que da o quita repercusiones al hecho por la resignificación que hacen las personas de sus propias vidas y de las de los demás cuando ellas son reflejadas en los medios masivos, lo cual es un proceso intrínseco al ejercicio periodístico y a sus resultados.
Si en el tiempo en que nos movemos la denuncia de una imagen femenina maltratada no ha tenido efectos suficientemente rectificadores ni ha significado una solución raigal, ¿cuál lo es? A mi juicio, cambiar las cosas desde adentro, contando con los y las periodistas, con los y las jefas de redacción, los camarógrafos y fotógrafos, con las y los creativos de publicidad, con las y los profesores que en universidades y otros centros no prestan atención a la categoría género – que casi no aparece en los pensums– para profundizar una toma de conciencia.
Un ejemplo de lo qué puede ocurrir cuando la comunicación no favorece la igualdad ni articula el imaginario social en función de favorecerla, se halla en Cuba. Realizaciones indiscutibles en el plano de los derechos sexuales y reproductivos, del acceso a la educación y al trabajo no se expresan todavía en la presencia de mujeres en bastantes puestos de decisión, ni en las tribunas o despachos donde se cuecen las políticas del país.
Ellas constituyen una cifra en el Parlamento pero no son allí, ni en ninguna otra estructura, la presencia ni la voz de las iguales. Cierto es que hubo en momentos tempranos del proceso político revolucionario una declarada voluntad en esta dirección. Pero tal igualdad se ha visto muy mediatizada. El androcentrismo presente en el poder es la razón principal. La buena salud del machismo tiene que ver de muchas maneras con que la comunicación social no asumió todavía ni una perspectiva de género, ni enfoques promotores de la real igualdad en lo racial, ni se hizo presente para otros empeños sustentadores de la nueva conciencia, más allá del reclamo de adhesión revolucionaria.
En esos dos espacios citados al vuelo: la equidad intergenérica y la equidad racial fuimos víctimas de una trampa, de una engañifa, según la cual sería discriminatorio prestar especial atención a los asuntos de las mujeres o de los negros y negras, puesto que ellas y ellos ya estaban "instalados" en los distintos estamentos de la sociedad. O sea, para no discriminarnos y discriminarles no se reconoció, se prefirió ignorar, que estamos discriminadas y discriminados. 11 La complicidad - orientada o espontánea - de los medios de comunicación y del discurso político tienen su expresión más visibles en el hecho de que en Cuba todavía se habla en masculino, se titula y enfatiza lo varón; y se subraya lo viril, a pesar del gran heroísmo cotidiano de las mujeres. Las pantallas de televisión, en un país donde este medio alcanza a la casi totalidad de la población12, siguen siendo blancas, a lo sumo salpicadas de "mulatez", y muy predominantemente significada por hombres
Lo anterior podría ser una referencia puramente anecdótica si no fuera porque para que haya desarrollo real tiene que haber igualdad real. Y esta equidad de género no llegará a las estructuras del poder, ni se convertirá en presupuestos ni en políticas de Estado si una comunicación con perspectiva de género no lo demanda, lo viabiliza y lo estimula.

Notas
1. Se trata de la expresión de Patricia Anzola en el Primer Encuentro Mujer y Comunicación de La Habana, en 1993. A partir de esa concepción se conformó en Cuba una Asociación de Mujeres Comunicadoras (MAGIN) que actuó hasta 1996.
8. “Hacer un periodismo que refleje al mundo”, discurso ante el Club de la Prensa Extranjera en Ciudad Guatemala, en noviembre del 2001. Originalmente publicado en A Primera Plana, año 1, # 2, febrero 2002: www.aprimeraplana.org/No2
9. Ignacio Ramonet: “Reflexiones sobre la Información”. Revista América Latina en Movimiento, de ALAI, mayo 2002
10. Sara Lovera: “¿Qué tanto hablamos de la realidad?”, A Primera Plana, Año 1. No1. Santo Domingo , octubre 2001. Santo Domingo www.aprimeraplana.org
11. Con respecto a la problemática del movimiento de mujeres en Cuba, ver Rodríguez Calderón, Mirta, Cuadernos Feministas, México, Año 2, No. 9, julio-agosto-septiembre 1999. Y para la comprensión de los fenómenos raciales, la revista cubana de pensamiento socioteológico Caminos No. 24.25 de 2002, publicada por el Centro Memorial Martín Luther King.Jr.
12. El 92 % del país estaba electrificado en 1991 y las zonas de silencio para la radio son ínfimas




Por Mirta Rodríguez Calderón

Parte 4 / 4
Las violencias de la omisión y el ocultamiento
Los procesos cognoscitivos se nutren de manera importante de productos comunicativos. Se sabe bien que, para bien y para mal, la revolución comunicacional dibuja, proyecta y difunde una realidad que no suele ser la realidad, pero acerca de cuyos contenidos la inmensa mayoría de las personas opone pocas dudas.
La "realidad" así construida pasa a ser uno más en los elementos del consumo, violatorio en grado superlativo de los derechos de las personas y de las comunidades, en tanto que la voluntad y el acto personal de escoger intervienen en menor medida en esta selección que en los casos de otros consumos.
Frei Betto acaba de reclamar para Brasil una campaña nacional de despolución televisiva.13
Ese pensamiento, sin embargo, prejuzga a los perceptores como una masa amorfa y acrítica, lo cual no siempre es cierto, si bien la compactación cultural que los propios medios propician "vende" productos comunicativos en los mismos porcentajes que cualquier otro bien comercial.
Me adscribo con toda devoción a las demandas que en Porto Alegre hiciera Ignacio Ramonet reclamando una ecología de la información.
Es atentatoria a cualquier forma de derechos de las personas la realidad de que no es posible determinar qué no se nos dice o muestra de lo que debemos conocer o ver, más allá de lo que a veces conseguimos precisar que se nos oculta ex profeso, por poderosos intereses actuantes en los espacios comunicacionales.
Me muevo hacia la visión de algo que puede parecer más sutil.
Es urgente comprender – en particular pensado desde el binomio-comunicación desarrollo -- que la omisión o el ocultamiento de lo que ocurre, piensa o reclama la mitad de la población – y a veces más de la mitad en nuestros países pobres– se constituye en un proceso de violencia.
Se trata de una violencia no tipificada explícitamente ni por la Convención contra toda Forma de Discriminación contra la Mujer, ni por las leyes de prensa, ni por otros instrumentos normativos. Aun en el punto J de la Plataforma de Acción aprobado en Beijing en 1995, este fenómeno se enmarca en palabras que no enfatizan la cuádruple dimensión del problema como expresión de violencia:
la que conspira contra una construcción de la equidad de géneros,


la que adjudica tratamientos y enfoques de las noticias y otros productos comunicativos que violentan el equilibrio intergenérico al minimizar (y a veces maltratar) al femenino,


la que deposita y populariza en el seno de la sociedad informaciones, estereotipos y aseveraciones que desdibujan a las personas de verdad, a los hombres y mujeres que tejemos la historia de lo cotidiano,


y la que desnaturaliza el concepto de prensa libre, democrática y apegada a la justicia, cuando resta voz a una parte de los actores sociales, o niega poder y calidad noticiosa a sus acciones.
No podremos –a mi modo de ver– sentir que nuestros esfuerzos por erradicar la violencia contra la mujer desde lo social alcanzan plenitud en sus objetivos, mientras no consideremos también a la omisión y al ocultamiento como acciones de violencia que reducen nuestras posibilidades, disminuyen nuestros saberes, enmascaran nuestras tristezas y aun nuestras alegrías y triunfos, y quitan impulso a nuestros empeños.
La masa crítica
Redes con diferentes características han emergido sobre todo en la última década: desde lo electrónico con Mujeres en Red a partir de España; desde lo regional enfilado a buena parte de América Latina con CIMAC: Comunicación e Información de la Mujer, empeño pionero conducido por Sara Lovera y sus colaboradoras desde México, una agencia de noticias y un sitio web; con Tertulia desde Guatemala, ALAI Mujeres de Ecuador, Isis Internacional desde su sede en Chile, con En la Mira y un portal web para difundir temas promotores de la equidad de géneros; Radio FIRE Internacional, que desde Costa Rica alcanza al mundo. Más numerosas redes locales y nacionales.
Una estrategia que apunta a tener presencia activa en la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información se concretó ya por el Gender Caucus, grupo de trabajo integrado por mujeres comunicadoras de varios países del mundo, con el objetivo de asegurar que el derecho a la información y la igualdad de géneros, sean tomados en cuenta en la agenda de esta Cumbre que se reunirá este año en Ginebra, y en Túnez en el 2005.14
Más recientemente se abre paso A Primera Plana, desde República Dominicana, revista electrónica (http://www.aprimeraplana.org/) de la ya mencionada Red de Periodistas con Perspectiva de Género, integrada por mujeres y hombres profesionales de la comunicación, y apoyada por el Global Fund for Women..
Este último medio – en el que yo misma estoy involucrada – registra la singularidad de tener una réplica impresa para alcanzar a los y las comunicadores que carecen de soporte electrónico. Otra característica es la de que se trata de un producto cuyo propósito es proporcionar insumos para su producción a colegas que trabajan en medios masivos. Así, aunque A Primera Plana es un medio alternativo, su verdadero efecto se registra en los medios masivos cuando cada vez más profesionales asumen una mirada inclusiva de toda la sociedad, que se expresa en múltiples trabajos, informaciones y reportajes con temas y enfoques poco frecuentes en un pasado reciente.
Tales empeños denotan la existencia de una masa crítica que, como toda masa crítica, posee multiplicadas capacidades (por lo mismo que ella es portadora al mismo tiempo que vector de su propio desarrollo) para configurar, ahora, el mundo del futuro.
Notas
1. Se trata de la expresión de Patricia Anzola en el Primer Encuentro Mujer y Comunicación de La Habana, en 1993. A partir de esa concepción se conformó en Cuba una Asociación de Mujeres Comunicadoras (MAGIN) que actuó hasta 1996.
13. Frei Betto : La comunicación, ¿ cuál comunicación? Revista electrónica Adital, 1ro. Marzo 2003
14. Según reporte del boletín electrónico En la Mira de Isis Internacional, diciembre 2002
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